
Ahí estaba él, como siempre, guapo, prepotente y duro como
pocos. En el primer tiempo tuvo dos pero no llegó a concretarlas… algún insulto
al aire escupió y algunos hinchas amantes del fracaso ya lo esperaban con
cuchillo y tenedor. También en la primera mitad se comió psicológicamente al
árbitro cuando cobró una falta que solo en sus ojos fue real y demostró tener
el respeto para hablarle sin ser amonestado siquiera.
El primer gol fue bien de delantero, en el área chica que
cada vez es más grande para los que la saben utilizar tanto como Santiago,
nacido en Uruguay y amante de los goles. ¿El segundo? Una obra de arte que
empezó con el taco del yorugua y terminó con la pausa y definición tranquila
(solo él podía estar tranquilo en esa situación) del Morro.
Cuando todo parecía terminar y Godoy Cruz ya ganaba 2-1 el
clásico de Cuyo, el árbitro sancionó un penal y, lógicamente, el Morro se
dispuso a patearlo para llevarse la pelota a la casa. Sin dudarlo, miró para
atrás y buscó al (hoy por hoy) delantero titular de Godoy Cruz y lo dejó
patearlo a él, bondadoso.
Cuando finalizó el partido se fundió en un abrazo con
Bernardi, sabiendo que lo mejor de las peleas son las reconciliaciones y que lo
mejor de las novelas son los amores, y eso son los goles en la carrera del
Morro.
Como hace una semana, en silencio, el DT mencionó: “Te
agradezco todo y sobre todo por volver (con dos goles) frente a San Juan”
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