Bondiola platinada

Por Agustín Cassano

Cuando el plantel de Estudiantes se subió al micro que lo llevaba hasta la cancha de Quilmes, el Chapu Braña se agrandó. Pero no porque una de las plateas del Centenario lleva su nombre, sino porque se jactó de que “la mejor bondiola del mundo” se come en Quilmes.

Nadie lo quiso escuchar al Chapu apenas porque pensaban que lo que estaba diciendo era una pelotudes para descontracturar el clima de clásico que ya se vivía hace algunos días en la concentración del pincha.
Lo cierto es que Estudiantes de La Plata y Gimnasia y Esgrima La Plata iban a jugar el clásico número 158 de la capital de la provincia de Buenos Aires en cancha de Quilmes, porque donde el equipo de Nelson David Vivas hace de local (el estadio único) estaba ocupado por una exhibición de “dinocamionetas”.

Volviendo a “la mejor bondiola del mundo”, el único que se acercó tímidamente a preguntarle al Chapu, después de la carcajada generalizada, fue Israel Damonte. El platinado pensó que lo que decía el Chapu no era una pelotudes por dos cosas: primero porque Braña es de sinónimo de Quilmes y luego porque un tipo experimentado en el fútbol argentino no suele decir una sarta de boludeces y menos cuando de comida se trata.

Entonces, Chapu le contó que la mejor bondiola de Quilmes se vende a metros del Centenario en la parrillita que el gran Charly montó en el patio delantero de su casa y le dio el mejor nombre que se le podría ocurrir a un tipo que de asados sabe y mucho. Le puso “La bondiola no se mancha”.

Israel se fascinó tanto con lo que contó Braña, que luego de que el micro estacionara en el Centenario, agarró una gorra y una campera y pasó como uno más hasta llegar a la puerta de la avenida Vicente López. Cruzó y caminó unos metros hacia Laprida y ahí llegó: lo recibió un cartel con la cara del Diego y a su lado la acompañaba la frase “La bondiola no se mancha”. Le pidió a Charly una bondiolita, la condimentó con salsa criolla, la comió en menos de cinco minutos y se volvió al vestuario. En el trayecto de regreso no paró de decirle las palabras más hermosas a esa bondiola que se acababa de comer. Pensó en comer otra más, pero el partido era muy importante y no podía arriesgarse a que haya imprevistos.

Cuando entró al vestuario le guiñó el ojo al Chapu en gesto de agradecimiento, éste último no entendió nada porque no se dio cuenta al igual que el resto de sus compañeros, que quien lleva la número dorsal 8 se había escapado a buscar una bondiola en lo de Charly.
El resto de la historia es conocida. A los 25 minutos del primer tiempo el jugador de pelo platinado, tras un centro de Dubarbier, marcó el único gol de la tarde e hizo que Estudiantes le estire la paternidad al Lobo a 12 partidos. Antes del gol, el pincha dominaba el encuentro y luego del 1 a 0 el equipo de Alfaro se despertó y trató de buscar el partido pero sin ninguna chance clara. En el segundo tiempo el partido fue chato y no hubo grandes posibilidades más allá de una pelota que el defensor del lobo Oreja, sacó sobre la línea.

Israel no se va a olvidar nunca de su tarde gloriosa y cree que el poder de la bondiola de Charly fue el que le dio la chance de hacer el gol. Es por ello que a partir de ahora, antes de cada partido que el pincha juegue en Quilmes (que es donde hará de local varios partidos más del resto del campeonato) Damonte va a ir a “la bondiola no se mancha”.


Y si la palabra cábala es sinónimo de Estudiantes habría que fijarse otra particularidad más. Nelson David Vivas se sentó junto a su cuerpo técnico y suplentes en el banco visitante, dejando el de los locales a Gustavo Alfaro, quien luego del clásico renunció. 




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