Cuando el fútbol deja de ser fútbol



Hay momentos en que las cosas que percibimos como cotidianas y de lo que ya no nos cuestionamos casi absolutamente nada, nos empieza a aburrir a sobremanera. Es que repetir una y otra vez lo que pensamos, vemos, sentimos o hacemos lleva a la mente humana a dos situaciones: al acostumbramiento absorto o al cansancio extremo. Cuando la cotidianeidad de nuestros actos o percepciones nos guía hacia el acostumbramiento, querramos o no, nos será sumamente dificil dejarlo, ya que estamos totalmente inmersos en esas conductas. En cambio, cuando estas sensaciones nos alertan que nuestra mente está llegando al punto de saturación, es menester el deber de cambiarlas para no caer en el aburrimiento.

Se ve que esta es la causa mayor por la que las reglas en el fútbol, lejos de "modernizar" o "reacondicionar" el deporte, terminan por desvirtuar e incluso destruir al mismo. Es evidente que el fútbol que ven los altos cargos de las federaciones más importantes del mundo (aquellos que deciden modificar o no el reglamento, por ejemplo) no es más atractivo, sino un concierto de malos entendidos dentro de un rectángulo de pasto, donde es prácticamente imprescindible habituarlo a nuevas normas, aún siendo estas algo inocuas y de dificil comprensión y aplicación. Mucho se ha pedido la utilización de la tecnología en el fútbol y este sitio adhiere a dicha cuestión, solo que se tergiversa el fin del mismo, aplicándolo a jugadas donde la esencia del deporte delega responsabilidades al árbitro principal y no al resto de sus colaboradores.

Los protagonistas no terminan de conocer nunca el "nuevo" deporte que practican, porque cada seis meses deviene un cambio reglamentario que modifica las formas. Y un jugador, sobre todo de campo, tardaría años en cambiar su estilo de juego. Resulta raro que, por ejemplo, ahora se pueda jugar el balón hacia atras en el inicio del partido o que se agregue un cambio extra para las prórrogas en caso de partidos por eliminación directa. Sin embargo, estas modificaciones resultan ser benévolas, ya que no provocan un drástico cambio mecánico en el accionar de los protagonistas. Pero la nueva reglamentación de manos parece ir más allá de todo. Los altos cargos se aburrieron de modificar pequeños incisos sin importancia y decidieron empezar a matar pequeñas células del fútbol. Los árbitros no aplican bien el reglamento, los jugadores no saben cuales son manos y cuales no y el público, ignorante por su difuminada visión periférica, decide pedir hasta una pelota que dio en el pecho o espalda. Todo se desvirtuó y no es culpa de los árbitros, sino de los que deciden qué es lo que deben decidir los árbitros.

Esta noche, en Avellaneda, Fernando Echenique, los jugadores de Independiente y Huracán y la gente presente en el Libertadores de América vivieron dos situaciones como las que destacamos, pero como no tenemos bien en claro todavía qué se debe cobrar y qué no, la mano que estaba pegada al cuerpo fue penal y la que estaba separada fue casual. Este desconcierto determinó que el Rojo comience a gestar una gran recuperación. Lo perdía ante el Globo, pero la mano de Nervo, polémica como todas las manos de estos tiempos, y la correspondiente colaboración de la óptica de Echenique, ayudó a que Barco empate de penal. Y cuando el encuentro estaba 1-1, en el área local, Bustos tocó el balón con la mano de forma más aparatosa que Nervo, pero para Echenique nada fue. El encuentro terminó 2-1 para Independiente gracias al gol agónico de Erviti en el minuto 95.

El fútbol terminó por hoy en Avellaneda, pero sigue mutando en todo el mundo. Y no de forma positiva.

Franco López Larrañaga
@FrancoLopez8

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