Drones

Ariel Holan dirige un dron. Uno que arrancó medio torcido, viste. Como si el dueño no supiera manejarlo muy bien. Como si lo hubiera comprado en una página japonesa y las instrucciones estuvieran en ese idioma. Después le agarró la mano. Ajustó unas tuerquitas y las hélices arrancaron a la vez. Porque antes andaban sólo un par y el cacharro iba de costado. Ni fu ni fa. Y esa sensación de que faltaba un poquito de poder en el motor era porque de los cuatro rotores, sólo un par andaban bien. Ponele. Desde el inicio turbulento, Nicolás Tagliafico y Martin Campaña eran las hélices que intentaban propulsar a la máquina. Pero se complicaba así. Y Holan agarró el destornillador y ensambló las otras dos. Emiliano Rigoni metió cuarta y empezó la ascensión. Por fin se alejaban de la tierra, de los empates y la incertidumbre. Se sentía ese vientito lindo de la propulsión a base de victorias. Martín Benítez se sumó al despegue y quedaron finalmente conformados los cuatro rotores principales. La Holaneta estaba ensamblada y todos se querían subir a bordo.



A medida que superaba equipos en la tabla, el dron Independiente se preguntó si les alcanzaría la nafta para llegar allá arriba. A la cima de la montaña. “¿Acaso un humilde dron como el nuestro puede superar a otras naves de mayor fuselaje?”.  El tiempo y la nafta lo dirán, pensaron.
Pero en Mar del Plata hay mucho viento y es sabido. No fue una turbulencia; más bien fue como enredarse en una rama. Aldosivi fue la corteza atorada en las hélices ofensivas del equipo de Avellaneda.  Un obstáculo que le impidió al cacharro rojo llegar en una altura óptima al duelo contra Boca. Pero, a no desesperar.  El drone viene a buena velocidad y un equilibrio envidiable, mientras que Boca está en el lugar más peligroso de todos: arriba, donde te agarran las tormentas. 


@maleg24

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