El exorcismo de Orion




El abrazo que se llevó todos los flashes 


Los niños lloraban como adultos y los adultos como niños. Las lágrimas se filtraban en los ojos de los fanáticos de Racing como goteras  de un techo húmedo tras la inevitable marcha de Sebastián Saja. Nostálgicos, los recuerdos sabían como un trago rancio en su garganta al rememorar algunas de sus atajadas.  Era la partida de un emblema que había defendido el arco de la Academia con alma y vida. 


"Mis hijos son los únicos que me presionan para seguir" confesaba Saja en la fatídica tarde de su despedida. La decisión estaba tomada. Ahora la pregunta invadía la mente de los hinchas de Racing como hormigas en el pie de alguien que pisa un hormiguero sin querer. ¿Quién será su sucesor?


En un clima enrarecido, Orion llegó a Racing tras la salida de Saja

Se respiraba un aire viciado en la Academia por esos tiempos. Ni siquiera un Houdini como Victor Blanco, presidente del club, le podía escapar al tema Orion. El ex arquero de Boca era el apuntado por la dirigencia, y la noticia golpeaba con fuerza a Nelson Ibañez, quien había visto su vida pasar esperando una oportunidad para defender el arco celeste y blanco.

“Ojalá Ibáñez tenga la oportunidad de atajar. Si me piden opinión, yo apostaría por los arqueros juveniles del club. Juan Musso, por caso, está preparado para jugar”, manifestaba Licha López, por entonces capitán y referente de Racing. Sus palabras eran las del plantel. 

Aun así, poco le importó a Racing lo que pensaba Lisandro y lo que sentía Ibañez. Orion vestiría la 1 y se pararía bajo los tres palos. Pero la historia es cíclica, afirman los historiadores, y los hechos indican que están en lo cierto. 


Orion no encuentra respuestas en el césped mientras la pelota se detiene dentro del arco

Aquellos fantasmas que lo hostigaron en San Lorenzo y Boca regresaron una vez más en el clásico de Avellaneda. Error tras error, cada vez que Orion se para delante del arco de Racing, la sensación de inseguridad recorre las áreas como un escalofrío en la espalda. Se siente y se sufre, pero no se ve. Agustín parece condenado al sufrimiento eterno, y su exorcismo se vuelve ineludible.

























Comentarios