Hay peores ciegos que los que no quieren ver




Los sueldos exagerados y las cifras estéticamente feas de nombrar han creado una brecha enorme entre las divisiones inferiores y el acceso a la Primera División de nuestro fútbol. Menos preocupados en la formación de sus futuros futbolistas, los clubes recaen en impagables préstamos para derrochar en jugadores que ya no pueden competir en Europa, o que ni siquiera están en la consideración del técnico de turno.

Ya no se contratan educadores del fútbol, que puedan ir moldeando y puliendo las características de las jóvenes promesas. Ya no se presta atención al apoyo psicológico cuando el joven no rinde por determinadas circunstancias y es desechado por la entidad cuasi como un producto.

En el mundo pragmático y capitalista de hoy, los clubes de fútbol pujan y negocian con niños de 12, 10, o incluso 8 años. Los ven como inversiones. Marcan estándares físicos y atléticos, sin importar sus otras cualidades. Sino los cumplen, no sirven. Los enanos y rellenitos no tienen lugar. La cuantificación los reduce a ser más o menos que sus compañeros.

Los dirigentes prefieren mirar la lejanía del mercado de pases y abrir su billetera para encontrar soluciones, cuando la solución real está en sus narices. Los futbolistas que llegan desde otros clubes van tapando las pocas rendijas de luz que se divisan desde las divisiones inferiores, hasta volverlas invisibles.


De los 11 futbolistas que enfrentaron a Sarmiento el lunes, 6 se formaron en las inferiores del club (Bettini; Cvitanich; Civelli; Cechinni; Remedi y Alexis Soto). Foto: Cuenta oficial de Twitter del Club Atlético Banfield (@CAB_oficial)


Pero hace tiempo que Banfield propone algo distinto en el fútbol argentino. Y me refiero a su idiosincrasia como club, no a su estilo de juego. Su identidad deportiva volcada plenamente a sus inferiores, no sólo le hizo gozar de títulos; como aquel de 2009; sino que le dio un sentido al accionar de la institución. Con el pasar de los años quedó demostrado que "Semillero" era una palabra que le quedaba muy pequeña.

Porque no se puede seguir simplificando de esa manera el complejo trabajo de formar un futbolista que este apto para competir en primera. Porque se nos va de las manos que un futbolista primero es una persona, que tiene sentimientos y cosas en juego tanto como nosotros.



Porque contar con más de once futbolistas formados en las inferiores entre los convocados para un partido no es magia ni mucho menos. Es trabajo, dedicación y esmero. Es una decisión política tan importante como todas las otras.

Y porque sumar 42 puntos, como River y Racing, e ilusionarse con pelear el campeonato o clasificar a una copa, también habla de un proyecto de club. Si proyecto, esa palabra que asusta y molesta tanto en nuestro país.












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