Su lugar en el mundo






Apenas un poquito más de 100 km separan al pueblo de Alberdi con la capital tucumana. Ulises y Claudia viven allí. Son una pareja muy humilde y trabajadora, al igual que sus 60 mil habitantes que aún se creen pueblo. Sus caminos hablan de conquistadores, colonizadores y misioneros que dejaron su huella al pasar en quién sabe qué travesía.

Hubo también carretas con tabaco, cueros, harina y tejidos con destino a Buenos Aires, que transitaron por la posta Naranjo Esquina, ubicada a kilómetro y medio de la actual Alberdi. Lo que hoy es una ciudad con amplias avenidas y calles de 25 metros, durante el siglo XVII constituyó una de las rutas comerciales más importantes del virreinato, uniendo Lima con Buenos Aires.

 Ulises es albañil y hace las veces de boxeador aficionado; Claudia es cocinera, y como todos los que la luchan día a día para poner un plato de comida sobre la mesa, le enseñaron Sebastián, su hijo, el valor del esfuerzo y el trabajo.

Los Leoncitos de Marapa se hace llamar la escuelita de fútbol que allí funciona. Sebastián llega caminando despacio, es tímido y muy callado, no se hace notar. Tiene 10 años y un tic en el dedo gordo de su mano derecha, lo apodan “el Chupa”.

Pocas cosas cambiaron en su pueblo 14 años después. Mucho de ese niño tímido siguen en Seba ahora que es el goleador de Talleres de Córdoba. Ya no le gusta su viejo apodo, ahora prefiere que le digan “El Tucu” o simplemente Seba Palacios.



En sus inicios en Marapa compartió dupla con otro tucumano, Joaquín Correa, quien pasó por Estudiantes y ahora juega en el Sevilla español. A Seba le costó un poco más. Gracias a Blas Sánchez, reconocido técnico de inferiores en Tucumán, Seba Palacios tuvo la oportunidad de probarse en San Lorenzo y en Huracán, aunque no quedó en ninguno.

Circunstancias de la vida lo llevaron a probar suerte en el exterior; primero Nacional de Uruguay y después Gremio, donde una lesión le mató las ilusiones. Cosas del fútbol. Pero no bajó los brazos, recordó a sus viejos y sus enseñanzas. Salió a lucharla otra vez.

Le abrieron las puertas en Boca Juniors, donde llegó con 18 años. No fue fácil vivir en Casa Amarilla, lejos de su hogar. Muchas veces amagó con dejar todo y volver a Alberdi. Su perseverancia lo frenó. Al fin tendría la chance de la mano de Bianchi un 3 de marzo de 2013, nada menos que en la vuelta de Juan Román Riquelme.

En Unión disputó 39 partidos, marcó 9 goles y dio 5 asistencias. 


Esa tarde fue derrota 1-3 ante Unión, equipo al que luego se iría cedido. Boca vivía un contexto complejo por ese entonces, y su más que convincente rendimiento en la entidad santafesina y en Arsenal no bastaron para hacerse un lugar en el xeneixe.
  
El destino lo condujo hasta Córdoba, provincia del Fernet y las chicas lindas. Talleres sería su nueva casa, su lugar en el mundo. La “T” pagaría 1.500.000 mil dólares por la mitad de su pase a Boca, y Palacios, lo haría con goles: 9 en 25 partidos disputados, el promedio más alto en su carrera (0,38).

Pero ese joven que alguna vez corrió detrás de la redonda en los potreros del norte del país, que se crió entre remolinos de tierra y sueños de primera, jamás se obnubiló con el mundo del fútbol. Nunca olvidó de donde vino, cuáles eran sus raíces. Siempre que puede se da una vuelta por Alberdi para estar con su familia y visitar a los amigos. A veces, vuelve también con camisetas para hacer rifas y colaborar con hospitales y escuelas.

Seba Palacios, como el niño que alguna vez fue en Marapa, todavía conserva su timidez y su humildad. “El Tucu”, el goleador rápido y certero que es hoy, disfruta de sus mejores momentos en Primera y sabe que en Talleres, como en Alberdi,  encontró su lugar en el mundo.

@73frann

Comentarios