8 de junio de 2014. El frío se apoderó de Buenos Aires. Sin
embargo, allá en sur, donde más debería sentirse la correntada, se vive un
infierno. El Alfredo Beranger está a punto de ser testigo de una de las hazañas
más grandes del fútbol de ascenso. Y no sólo por lo que se va a vivir esa
noche, sino por todo lo que vendrá después.
Temperley recibe de local a Platense por la segunda final.
El que se imponga, jugará en la B Nacional. Platense ganó en la ida 1 a 0. Con
un empate en cancha de Temperley, se adjudicará el ascenso. Los amantes del “viejo
fútbol” desearán que el Calamar lo logre, porque su historia así lo marca. Del
otro lado, Temperley: el celeste contra el mundo. De su lado, algunos sensibles
que nos emocionamos con aquellos pequeños que se hacen gigantes.
El partido se va. La cancha explota, pero el ascenso se lo
lleva Platense. Los hinchas de Temperley nadan en la incertidumbre de querer
gritar a los cuatro vientos por su equipo, pero el suspenso y la frustración los
invade. Eso produce el silencio, hasta que llega el milagro.
Minuto 89, pelotazo al área. Alguien la peina. La pelota cae
como una bomba por detrás de dos jugadores calamares. Ahí está él. Ariel Rojas,
el héroe. Rojas le pega como puede y la pelota se clava en el segundo palo. Se
desata la locura. El sur es un infierno. Temperley fuerza la definición a los
penales.
No puedo explicar lo que veo. Gente llorando, desmayada. Los
chicos, los viejos. Todos se abrazan. Y ahí sí, todos cantan: “Y Temperley, y
Temperley…”. El partido se va a los penales, y el milagro ocurre: Crivelli se
hace gigante y el celeste logra lo que parecía un imposible. Temperley asciende
a la B Nacional.
La locura se apodera. El sur está de fiesta. “¡Y ya lo ve, y
ya lo ve, es el glorioso Temperley!”, se grita desde los cuatro sectores del
Beranger. “El glorioso Temperley”, pienso, mientras abandono el infierno. Y me
voy contento, porque esa gente se lo merecía. “El glorioso Temperley”, me
retumba por días.
Y llega la B Nacional. Aquel campeonato que daba diez
ascensos a la Primera División. Y de todos los equipos que había, nadie
imaginaba a Temperley. Pero el celeste cree en él. Y su gente también. Y vuelve
a ocurrir: el Beranger se tiñe de fiesta y ahora la apuesta se redobla.
¡Temperley está en primera!.
27 años pasaron desde la última vez. Y la gente canta, entre
lágrimas: “Es el glorioso Temperley”. Y ya pasaron 2 años y medio y sigue ahí.
Entre buenas y malas, pero está. Y le ganó a los grandes, y juega bien. Y hoy
ese grupo de hombres lo volvió a demostrar, a dos fechas del final. Volvió a
dejar en claro que se quiere quedar en primera. Porque es el glorioso. Es el
glorioso Temperley.
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