Podría decirse que en la vida de muchos el lunes 26 de junio
fue un día más, pero no fue así para Pablo Kür. El joven marplatense de 19 años
había tenido una jornada bastante rutinaria. Colegio por la mañana, maestra particular
de inglés después de almuerzo y un poco de improvisación de guitarra en el
balcón de su casa por la tarde. Sin embargo, la noche marcaría un hecho un más
que importante en su vida.
Ricardo, el papá de Pablo, hace días que no lograba descansar
bien por las noches. Estaba en la previa de una definición más que importante, el
equipo de sus amores se jugaba la permanencia en Primera División. Ricardo de
pibe jugaba en Aldosivi pero una lesión no le permitió seguir su carrera por lo
que decidió hacerse un lado para formar una familia. Dicen las malas lenguas
que tuvo un pasaje por la barra del Tiburón, además el tatuaje que ocupa el 70%
de su espalda casi que confirma lo que se decía. Sin embargo, cuando nació su
hijo, Ricardo dejó todo porque no quería problemas con nadie.
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| Foto: TyC Sports |
A Pablo nunca le interesó mucho el fútbol, es por eso que la
relación con su viejo no era completamente feliz, no compartían mucho tiempo
juntos. Ricardo intentó una y mil veces llevarlo a la cancha a ver al Tiburón
pero Pablo nunca accedió y siempre respondía lo mismo: “No papá, no me gusta el
fútbol”.
El partido definitorio lo dominó completamente Olimpo, ya
salvado del descenso. Después del 3 a 0 Ricardo se dedicó a rezar para que
Vélez metiera un gol que les habilite un partido desempate, una última
oportunidad. Sin embargo, por dentro solo se dedicaba a acumular bronca y
enojo. Paralelamente Pablo estaba en su habitación y se moría de los nervios al
igual que su padre, el pibe había tomado una de las decisiones más importantes
de su vida. Le costó, pero después de mucho tiempo de meditación, se llenó de
aire y fue a la cocina para hablar con su viejo.
Resignado y con lágrimas en sus ojos Ricardo transitaba los
últimos minutos del partido entre Vélez y Temperley, porque en Mar del Plata la
luz obligó a parar el partido por unos 15 minutos. El empate en Liniers
condenaba a Aldosivi a jugar la próxima temporada en la B Nacional. La luz no
volvía en el estadio y Pablo no tuvo mejor idea que encarar a su papá y
decirle: “Papá te tengo que decir algo importante”. Ricardo descargando toda su
bronca respondió con un grito violento y le dijo a su hijo: “tomatela de acá,
que no tengo ganas de hablar con nadie”. Enojado, Pablo se devolvió a su cuarto
con un nudo en la garganta.
Finalizado en empate el partido de Vélez, Aldosivi
necesitaba marcar 3 goles en 13 minutos para forzar un desempate. Ricardo ya
sabía que eso no iba a suceder. El tiempo pasó y su bronca aumentó. Los gritos
ya no tenían ningún tipo de filtro y las puteadas eran moneda corriente: “la
concha de tu madre, pongan huevo loco, nos estamos yendo a la B”.
Pablo escuchaba todo desde del otro cuarto y sin que
nada le importara se levantó de su cama y fue directo a pararse delante de la
televisión. Ricardo estalló contra él y le dijo “pendejo de mierda salí de ahí
o te saco a las patadas”. Sin que se le moviera un pelo, Pablo alzó la mirada y
le dijo gritando mucho más fuerte: “¡papá, soy gay!”.
Lautaro Kermen

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