Casi no sonríe. Es de esos tipos
que en la cara no transmite emociones. Ni alegría, ni tristezas. Sin embargo
dentro de la cancha logra su cometido. No es novedad que estos chicos de Vélez
hayan madurado. Es que en De Felippe encontraron la contención que necesitaban.
Si, en él. Ni en Russo, ni en
Bassedas. Ni en los “referentes” que salieron a matarlos públicamente cuando se
mandaron cagadas. Ese hermetismo que parece transmitir Omar De Felippe para los
de afuera es una causante importante para la maduración emocional de muchos de
los jóvenes que hoy ofrece Vélez.
Porque es un señor. Si algo no le
gusta, si le parece mal, lo habla puertas adentro. No pone malas caras. No
declara en contra del equipo. En todo caso moverá piezas. La temporada anterior
realizó los cambios que creía convenientes porque el equipo no le respondía,
pero no crucificó a nadie. Al menos no lo hizo puertas afuera.
Hoy Romero no juega por ser una
promesa de las más grandes del fútbol argentino. No juega porque se lo
quisieron llevar a Inglaterra con 15 años. Juega porque se lo ganó, porque está
preparado. Si el “monito” Vargas fue figura en los dos partidos de Vélez, es
porque encontró su lugar en el momento justo.
Esa seriedad que transmite De
Felippe, su respeto por el jugador, las ganas con las que trabaja y los códigos
que el fútbol, pero sobre todo la vida le dio, es la causante, en gran parte,
de este buen momento de Vélez. Porque cuando el
campeonato pasado Liniers se prendía fuego y el descenso acechaba, Don
Omar le puso el pecho a la situación. Con sus métodos, o como sea.
Si hoy Vélez empezó a cosechar en
sus jóvenes todo lo que viene sembrando desde muchos años, no es sólo por
quienes los formaron, sino por quien día a día los cuida. Y el mayor cuidado
que puede recibir un chico que asoma a primera es que se lo respalde adentro y
afuera de la cancha. Y De Felippe lo hizo. Primero los blindó de la prensa, y
luego los mandó a la cancha. Por eso Vélez hoy sonríe.
Nicolás Gianfrancesco
@nicogianfra
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