Fue un partido del ascenso. Un partido de la B. Por la lluvia, la intensidad, la alarmante falta de pases entre compañeros pero, por alguna razón, entretenido. Quizás porque es un clásico. Hay pica. Y en los clásicos uno está siempre a la expectativa. Como si fuera garantía de algo.

Y se rompió el partido. Se quebró. Obvio que con un centro. Nada de jugar por abajo que el clima es nuestro enemigo. Carlos Rodriguez cabeceó solito y puso en ventaja a Tigre. Merecido en ese momento. Todo se daba como quería Caruso. Y de repente, como quien no quiere la cosa, el juego se puso realmente entretenido. Y entretenido posta, no entretenido tipo ‘bueno, quizás pasa algo’. Iban, venían, se pegaban, Caruso arreglaba citas con Medical Hair para festejar la victoria.
Pero no. No, no y no. Es sabido que los clásicos con lluvia traen finales épicos, emocionantes e inesperados. Y a los 43 del segundo tiempo, Emmanuel Martínez clavó un tiro libre al ángulo y cumplió la profecía. Esa que dice que los partidos con lluvia siempre cumplen. Por más que no ruede la bocha, por más que no haya 4 pases seguidos. Sí, dije hace dos párrafos que era un embole cuando la pelota no rodaba. Pero los finales de estos partidos son impagables. Meté un clásico en medio del Irma y vas a ver lo intenso que son los últimos minutos. Acá casi lo gana Chaca en el 51 con un cabezazo. Obvio, cómo si no. Pero llegó el final y empataron. No vimos muchas jugadas. O muchos pases. Y la verdad que por momentos no parecía fútbol. Pero estuvo divertido, ¿no?
-maleg
@_maleg_
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